Entradas

Begoña Gómez , Torquemada y "El Proceso".

Imagen
 Asistimos atónitos estos días a las insólitas piruetas del infame juez Peinado para involucrar en su trama insostenible al presidente del gobierno. Retorciendo la ley hasta estrangularla, el magistrado se ha empeñado en instruir una causa general contra Pedro Sánchez poniendo la diana sobre la cabeza de su esposa, Begoña Gómez. Vaya por delante que cualquier ciudadano ha de responder ante la justicia de sus actos, sea un infante, la mujer del presidente o el más humilde ciudadano. El problema surge cuando a la investigada no se le informa sobre las acusaciones que pesan sobre ella, incurriendo en uno de esos procesos generales que tan queridos eran a la Inquisición y en los que el acusado tenía que probar que era inocente de algo que desconocía. La instrucción se alargaba hasta encontrar alguna culpa, la que fuera, e incluso en los casos en los que no era posible encontrarla, el acusado quedaba marcado de por vida. Lo que antes se lograba con la tortura física, en nuestro refinados y

Los 3 cerditos y el lobo del fascismo

Imagen
     Hace ya algunos años que el fantasma del fascismo recorre Europa. Por desgracia, lejos de ser percibido como una amenaza, para cada vez más habitantes de este continente cansado el fascismo es un ente de ficción como lo pueda ser Batman. O incluso más, ya que al justiciero de Gotham City lo han visto en el cine, mientras que las figuras lejanas de los dictadores que anegaron Europa en sangre son, como mucho, como los nombres de esos primos lejanos que hemos oído nombrar pero a los que no podemos poner cara.       Desde el ascenso de Pim Fortuyn en Holanda o Jörg Haider en Austria, el fascismo se ha ido extendiendo de forma lenta pero constante, como una mancha de aceite. Al principio fue recibido con cierta indiferencia, menospreciando el peligro que podía suponer para las democracias occidentales y repitiendo, en muchos casos sin saberlo, los errores que en el pasado condujeron al precipicio y la matanza. El joven cerdito europeo, más por el qué dirán que por verdadero convencimi

Corazón al 3x4

Imagen
Yo tenía 10 años cuando descubrí el Carnaval de Cádiz. No fue en un lavaero, ni en la Caleta ni mucho menos en el Falla. Fue en casa de mi tía donde, con agüilla y ruido de fondo, una emisión pirata del vídeo comunitario mostraba a unos hombres disfrazados de indios y cowboys. Era el año 1988 y la chirigota se llamaba “Los combói dapejeta”. Casi na.                                   Tuvieron que pasar dos años hasta que Canal Sur comenzó a emitir el concurso. La Final, claro. Me pasé esos dos años y algunos más subiendo a la azotea de mi piso de un barrio obrero de Sevilla con una manta y una radio colorá para sintonizar los carnavales. Sintonizar es una manera de hablar, claro, porque a duras penas conseguía entender algo entre tantas interferencias. Las vecinas que subían a tender me miraban raro. Normal. También empleé ese tiempo en empezar a aprender carnaval. Y lo hice de la única manera posible: escuchando a los mejores. Pero entonces no había internet, y el  Melli me quedaba lej

SEPTIEMBRE

Imagen
En el armario se deshojan los días soleados, el barullo infantil de risas y gritos, la piel bañada de salitre y tardes infinitas. Bien doblada en los cajones, el alma se adormece hasta que vuelva ser reclamada por la alegría. Suben las sábanas que el verano apartó, se entornan las ventanas, los despertadores insultan al amanecer y el café se apresura hasta perder su aura de liturgia. Se engrasan las cadenas de la rutina, se empequeñece el mundo y se alargan las sombras. Llega Septiembre. Camino de la escuela, el verano aún asoma su rostro en las mochilas, en los cuerpos morenos y en los labios que se resisten a perder el sabor de los besos lentos de la adolescencia. Duele Septiembre al sentarse en el aula, duele al abrir los libros y al mirar el reloj, duele al sentir la libertad escondida en el rincón del recuerdo, como un perro fiel que espera a ser llamado de nuevo.  En las paradas de autobús, en el metro, en el tren, Septiembre se maquilla de más y se afeita de menos, se cuelga al

EL ABUSO

Imagen
La figura del abusón es una realidad que nos acompaña desde siempre. Desde la escuela y, en ocasiones, desde antes. El abusón es aquel que cree que lo puede todo porque es más fuerte, más violento, más primario; es el bruto que impone por la fuerza lo que no puede o no sabe lograr mediante la persuasión o la inteligencia. Es, en la mayoría de los casos, una persona frustrada, un pobre infeliz que siente no estar a la altura, que siempre está pendiente de la risa o la burla a sus espaldas. El abuso siempre ha estado rodeado de secretismo y silencio. Desde quien en la escuela abusa y amenaza con represalias en caso de que su víctima lo cuente, el modus operandi se repite en cada etapa y situación de la vida: quien abusa de su pareja, de sus hijos, de sus empleados, quien utiliza una posición de superioridad para imponer por la fuerza su voluntad y evitar la denuncia ejerciendo la coacción. El abusador, por tanto, acaba acostumbrándose a la impunidad. En fechas recientes hemos visto casos

Discrepancia y respeto. Carta a una ministra.

Imagen
Querida Irene Montero. Me separan de usted tantas cosas como me unen. Creo que hay temas en los que está profundamente equivocada y de los que habla con desconocimiento de causa, o más bien conociendo sólo la parte que mejor se ajusta a su causa. Si alguna vez tuviera la oportunidad de decírselo de frente, así lo haría. No soy, por tanto, un palmero que acompañe su música de forma ciega, y quizás por eso le doy más valor a que se haya ganado mi respeto. Respeto su firmeza y su templanza ante los ataques despiadados y deleznables que han puesto en usted su mira. Algo estará haciendo bien para suscitar tanto odio cavernario. Respeto su sensibilidad, el que haga evidente que le hace daño la injusticia, la traición y la cobardía de sus socios de gobierno. Respeto que crea en lo que defiende pese a que no comparto todo lo que defiende. Ojalá muchos otros tuvieran su convicción.  Le ha tocado ser el espejo en el que reflejan las miserias y sombras de nuestro país, la diana sobre la que dispa

PASARLAS MORADAS

Imagen
Los de siempre no sabían lo que era sentir miedo, y si lo sabían ya lo habían olvidado. El miedo era algo que sentían los demás, los de abajo, los otros. Y el miedo era poder. Como chamanes de la tribu salían ataviados con sus mejores galas para esparcir el miedo alrededor con las viejas palabras, gastadas pero eficaces. Y de pronto un buen día, el miedo cambió de bando. En el año 2014 yo vivía en Horley, una pequeña localidad en el sudeste de Inglaterra. Como tantos de mi generación, había tenido que marcharme de España en busca de oportunidades. En la distancia, seguía los acontecimientos políticos con cierto desapego. Tanto, que hasta la noche de las elecciones europeas no supe qué era Podemos. En la rabia contenida del exilio, lejos de los míos, aquellos jóvenes me hicieron volver a creer en la política. Volver a creer que Sí Se Puede. Para muchos luchadores por la libertad, Podemos significó una vuelta a la juventud, a los ideales por los que se dejaron la piel, una especie de rom