PASARLAS MORADAS

Los de siempre no sabían lo que era sentir miedo, y si lo sabían ya lo habían olvidado. El miedo era algo que sentían los demás, los de abajo, los otros. Y el miedo era poder. Como chamanes de la tribu salían ataviados con sus mejores galas para esparcir el miedo alrededor con las viejas palabras, gastadas pero eficaces. Y de pronto un buen día, el miedo cambió de bando.

En el año 2014 yo vivía en Horley, una pequeña localidad en el sudeste de Inglaterra. Como tantos de mi generación, había tenido que marcharme de España en busca de oportunidades. En la distancia, seguía los acontecimientos políticos con cierto desapego. Tanto, que hasta la noche de las elecciones europeas no supe qué era Podemos. En la rabia contenida del exilio, lejos de los míos, aquellos jóvenes me hicieron volver a creer en la política. Volver a creer que Sí Se Puede.

Para muchos luchadores por la libertad, Podemos significó una vuelta a la juventud, a los ideales por los que se dejaron la piel, una especie de romanticismo otoñal que les devolvió las ganas de luchar. Para los jóvenes fue, en muchos casos, su primer acercamiento a la política. La juventud vivía en gran medida convencida de que la política no servía de nada y de que todos los políticos eran iguales, hasta que alguien comenzó a hablar su idioma y les convenció de que la política o la haces tú, o te la hacen otros.



En el camino ha habido daños, pérdidas y traiciones, pero ha habido sobre todo honradez. A pesar de la guerra sucia que el poder desató contra ellos, no han sido capaces de encontrar un solo caso de corrupción. Con sus aciertos y errores, Podemos es un partido limpio. Su mera presencia, el hecho de exponer a la opinión pública las vergüenzas del sistema, les hizo víctimas de la persecución y el acoso de los poderosos. El emperador de la democracia estaba desnudo y ellos tuvieron el valor de señalarlo. Haciendo honor a su nombre, Podemos consiguió que los de siempre comenzaran a pasarlas moradas.

Nueve años después, todo sigue siendo posible. Muchas cosas han cambiado en Podemos, los rostros son otros y la pasión inicial se ha diluído en una relación cotidiana que a veces corre el riesgo de caer en la rutina. Hay que pisar las calles nuevamente, abrir las ventanas para que los vientos del pueblo vuelvan a elevar la voz de los sin voz y hagan ondear las viejas banderas de la revolución hasta que el poder tiemble de nuevo. 





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