MIENTRAS DUERMEN
Bolsas de basura, cinta de embalar y el miedo pintado en la cara. Esas fueron las armas con las que los anestesiólogos fueron enviados a combatir la enfermedad, el dolor y la desesperación de un país que se nos moría a puñados. No fueron los únicos, desde luego, pero fueron. Lo sé porque la vida me puso en el camino de algunos de ellos, porque he visto en sus ojos la determinación que vencía al temor y lo mantenía a raya hasta que volvían a casa tras largas horas de pesadilla... Creo que su trabajo está poco reconocido, en parte por el desconocimiento que se tiene del mismo. No son sólo los que te duermen y despiertan, son los que te mantienen vivo durante toda una intervención quirúrgica y los que, en caso de complicaciones, te salvarán la vida. Quizás les falte prestigio, no tengan el brillo ni el reconocimiento social de otros profesionales médicos, pero créanme si les digo que ponen ustedes la vida en sus manos. Y qué manos... Las mismas manos que ayudaron a mantener viva la espera