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Mostrando entradas de agosto, 2022

MIENTRAS DUERMEN

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Bolsas de basura, cinta de embalar y el miedo pintado en la cara. Esas fueron las armas con las que los anestesiólogos fueron enviados a combatir la enfermedad, el dolor y la desesperación de un país que se nos moría a puñados. No fueron los únicos, desde luego, pero fueron. Lo sé porque la vida me puso en el camino de algunos de ellos, porque he visto en sus ojos la determinación que vencía al temor y lo mantenía a raya hasta que volvían a casa tras largas horas de pesadilla... Creo que su trabajo está poco reconocido, en parte por el desconocimiento que se tiene del mismo. No son sólo los que te duermen y despiertan, son los que te mantienen vivo durante toda una intervención quirúrgica y los que, en caso de complicaciones, te salvarán la vida. Quizás les falte prestigio, no tengan el brillo ni el reconocimiento social de otros profesionales médicos, pero créanme si les digo que ponen ustedes la vida en sus manos. Y qué manos... Las mismas manos que ayudaron a mantener viva la espera

CONSUMIDORES DE INFANCIA

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Si tienen hijos, seguro que les han pedido alguna vez ver esos canales de Youtube en los que aparecen videos de niños jugando. Así, tal cual; en lugar de jugar, los niños se sitúan delante de la pantalla y ven a otros niños haciendo aquello que deberían estar haciendo ellos: jugar y divertirse. Ni que decir tiene que  todos esos niños viven en mansiones lujosas, tienen padres enrollados que disponen de todo el tiempo del mundo para jugar con ellos y poseen un ilimitado arsenal de juguetes de todos los tamaños, colores y formas. Absortos ante la pantalla, quizás los niños piensan en sus pisos pequeños, en sus padres ausentes durante las largas jornadas de trabajo, en sus juguetes que, en comparación, parecen pobres imitaciones de la felicidad. Quizás sin darnos cuenta les estamos enseñando a envidiar el lujo, a desear lo que no tienen en vez de disfrutar de lo que poseen, a vivir una vida irreal por persona interpuesta. En resumen, les enseñamos a ser infelices. Cuando se profundiza un

ELOGIO DEL MEDIOCRE

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No descubro nada nuevo si digo que en este país siempre se despreció la educación. Del "vivan las cadenas" al "que inventen ellos" nuestra historia está repleta de afirmaciones vergonzosas de las que sólo nos redimen pinceladas como la Institución Libre de Enseñanza. Saber las cuatro cuentas o juntar dos sílabas era más que suficiente; los libros, de todos es sabido, los carga el diablo.  Pero por debajo de este ominoso desprecio había mucha gente que anhelaba saber. Mi abuela murió siendo analfabeta, a duras penas sabía escribir su nombre con pulso temblón, como si de una niña se tratara. Se avergonzaba de ello, y esa vergüenza es para mí un orgullo, pues demuestra que ni la vil España fascista que la conminó a una vida iletrada apagó en ella la llama de la conciencia. Murió sin saber, pero lamentando no haber sabido. No es más que uno de los múltiples ejemplos de una generación a la que le robaron la educación, el derecho a saber, a opinar, a creer en un futuro me