Una luz en la ventana
Como si de fantasmas se tratara, sus siluetas vestidas de blanco asoman por las ventanas iluminadas. Aunque cada uno tiene su nombre, sus pacientes les llaman a todos igual: mi médico. No son fantasmas, desde luego, aunque para la Presidenta madrileña como si lo fueran. Por esas mismas ventanas ahora cerradas asomaron en lo más crudo de la pandemia sus manos hipócritas los gobernantes de Madrid para aplaudir a los médicos. Pero cuando los aplausos cesaron esas mismas manos se volvieron garras para apretar el cuello de la atención primaria, de los pediatras y de todo el personal sanitario. Y apretaban para matar. Abajo, el pueblo. La gente que llenó las calles en defensa de su sanidad pasa ahora bajo esas ventanas quizás sin saber que allí arriba hay 10 valientes que resisten porque saben que en estas horas se están jugando el futuro. El de todos. Cual delincuentes, han de ir escoltados a la máquina del café y se les prohíbe recibir alimentos del exterior. Al enemigo, ni agua. Y abajo e